Zidane es posiblemente uno de los entrenadores más cabezones que hay en la Liga. Es cabezón en el mejor de los sentidos y es referente a que cuando quiere una cosa es capaz de tener una intensidad insoportable al respecto.
La Liga es el gran objetivo del vestuario, un hito y una exigencia marcada por Zidane y su cuerpo técnico.
Tras la debacle de París llegó la conjura y la búsqueda de un núcleo duro en el vestuario que sea capaz de generar una mentalidad ganadora y de continuidad ya que uno de los hándicaps del Real Madrid es la ausencia de un equilibrio competitivo.
La Liga y no la Champions, competición donde se nota el vacío dejado por Cristiano Ronaldo y su afán de ganar esa competición una y otra vez, como objetivo prioritario.
Destronar al Barça, romper su racha, y después ver qué ocurre en una Champions donde Zidane cree que el Madrid siempre puede dar un poco más.
Zidane cambió el 1 de septiembre, se olvidó de Pogba e integró a Bale y James, y ahora confía plenamente en la plantilla. Su estrategia es hacer que todos se sientan importantes y que así la Liga caerá.